Preguntas Frecuentes

The Irishman, un film de Martin Scorsese

Hecha la ley, hecha la trampa. Y en más de 50 años de carrera Scorsese no ha hecho otra cosa que ponerlo en evidencia. El Irlandés podría haber cerrado su ciclo de películas criminales, pero no, más bien las ha llevado a un siguiente nivel, infiltrando además un cine de la condición humana a la rabiosa saturación del streaming. La historia toma la forma de una road movie por la memoria de un mercenario, un ambicioso recorrido por la mitad del siglo 20 norteamericano en el que mafia, política y familia son parte de una trinidad indisoluble, y se va quedando con aquellos detalles que condicionan la naturaleza de los hombres de su tiempo. La mentalidad criminal explica el mundo y sobre todo si se empoza en la vida íntima de uno de ellos, un tipo condenado a ser un segundón en el mundo del hampa y al que le desfilan los demonios para despedirse de él al final de sus días. Pero no solo eso, la película observa a una distancia prudencial, con un equilibrio magistral de humor socarrón y melancolía, ese entramado de emociones que es la relación de los hombres con el poder (con sus derivaciones hacia las figuras paternas, el servilismo o las revanchas que no prescriben). Mera presión darwiniana por la supremacía que se resuelve a punta de balazos para ver quién se lleva la mayor tajada, quién la sobrevive y para qué lo hace.

El Irlandés es una obra mayor se Scorsese, a la altura de las grandes películas de sus amados ídolos, tal vez demasiado crepuscular para los tiempos que corren. En ese sentido está más cerca de la elegía de un Fanny y Alexander de Bergman o Los Muertos de John Huston que de las bravuconadas de la patota de Buenos Muchachos. Su reflexión sobre el paso del tiempo y lo que éste le hace a los cuerpos, a las relaciones y a los negocios es la verdadera dinamita de la película. Tres horas y media es muy poco para el adiós de un hombre sin atributos por cuyas manos ha circulado la sangre de una nación y sus bajos fondos. No por nada su protagonista antes de morir necesita confesar su culpabilidad por los crímenes de la humanidad, ley de vida de quien asume el trabajo sucio de otros. El Irlandés es un gruñido antes del silencio, un epitafio gánster de todo lo que uno se lleva a la tumba por haberse querido prodigar unas monedas más de las que les correspondían.



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